“Cóndores no entierran todos los días”, escribió García Márquez para titular una novela. Tampoco se despiden genios de la literatura tan seguido. Mario Vargas Llosa, de amores y odios con Gabo, es uno de los casos. La muerte a los 89 años del último superviviente del ‘boom latinoamericano’ desborda de luto las letras, pero abre espacios a rememorar grandes épocas mejores para los libros.
Y para las crónicas deportivas, porque Vargas Llosa también supo ser reportero de campo. En el Mundial de España 1982, el peruano acudió a feudos de la talla del Camp Nou, Balaídos o Riazor siendo un periodista más, oficiando de corresponsal de diarios como El País o la mítica revista ‘El Gráfico’ de Argentina, igual que plasmara las letras en ‘Pantaleón y las Visitadoras’ o ‘Conversación en la Catedral‘, ambos ya para la época con años en el mercado.
ENTREGADO AL DIEGO
No se sentaba cualquier ilustrado en zona de prensa: era ya una figura consolidada en el panorama mundial. Y su éxito como literato no pasó desapercibido. Tampoco la visión de ‘scout’ con la que presagió que Diego Armando Maradona se convertiría en una leyenda.
Atendió el de Arequipa a un Argentina-Bélgica en la Ciudad Condal y quedó prendado de la magia del ’10’ con la Albiceleste, a pesar de la caída de los de Menotti por 0-1.
Tanto era su devoción que, en sus textos, se animaba a felicitar al Barça por pagar un millón de pesetas para su fichaje: “Este Mundial demostrará que el Barcelona ha hecho una inversión rentable (…) Maradona es el Pelé de los años ochenta. ¿Un gran jugador? Más que eso: es una de esas deidades vivientes que los hombres crean para adorarse en ellas”.
No fue la única visita del académico en el país ni en el Mundial. Vargas Llosa, que también iba enviado para medios como El Comercio o ABC, se descrestó con la belleza de Galicia en Vigo y A Coruña.
Por Balaídos se dice que acudió al 1-0 que Italia le propinó a Perú, justo en el que sería el partido de la famosa leyenda de Walter Eschweiler, el árbitro que pitó borracho tras beber tres litros de vino en su comida previa.
En Riazor acudió a un Perú-Camerún que se saldó con soporífero 0-0 y, no contento con perder dos horas de su vida entre bostezos, también sufrió la sustracción en el mismo campo de los apuntes para lo que iba a ser su próxima novela, tal como recogió EFE en la época.
El mundo dice adiós al maestro de ‘La casa Verde’ y ‘Travesuras de Niña Mala’. El fútbol, a su vez, despidió a un cronista que supo brillar como el mejor reportero. No solo será Naranjito por lo que se recuerde el 82. El Nobel de Literatura también puso sus letras al servicio del fútbol.
