Las cosas que valen la pena en la vida cuestan trabajo. Lo que llega fácil, sin esfuerzo, sin perseverancia, y sin entusiasmo, no tiene mérito en su obtención. La referencia es obligada ante lo que está sucediendo en el país desde hace algún tiempo, y en particular en las últimas semanas y días. La convulsión ha sido permanente en lo que va del sexenio, pero ahora es aún más notoria. El presente gobierno vive del escándalo. Entendámoslo de una buena vez. No caigamos en sus provocaciones.
La definición histórica del país se está escribiendo ahora mismo, cada día, cada minuto. Y es que lo que está en juego no es solamente una contienda política-electoral, sino más bien el rumbo que puede tomar la nación probablemente por las siguientes décadas. Lo que tenemos en frente es una bifurcación en el camino entre una autocracia autoritaria y una nación con libertades e instituciones. De ese tamaño es la dimensión de las definiciones a tomar en los meses por venir y para llegar a los procesos electorales de 2023 y 2024. En nuestras manos el destino. Como nunca estamos viendo que la historia del país se escribe en cada fase del proceso de involución en que se ha pretendido sumir a México por parte del gobierno en turno. Ahora toca el tema de la decisión arbitraria de militarizar aún más la vida institucional del país. En una burda maniobra para evadir sus responsabilidades en cuanto a construcción de una verdadera solución de fondo al problema de inseguridad, han optado por la puerta falsa de extender la presencia de los militares en las calles, traicionando una de sus más claras promesas de campaña durante años. Para justificarlo, y a pesar de haberse opuesto claramente por lustros, ahora simplemente dicen que “cambiaron de opinión”. Es curioso que en lo que sería realmente un punto de inflexión para corregir tantas cosas que han venido haciendo mal en los últimos cuatro años, ahí no hay viraje alguno. Pero en los rubros en que supuestamente harían las cosas distintas han resultado más obstinados e inútiles que sus predecesores. Si a eso se agrega su voracidad destructiva, su desprecio por las instituciones, su nulo respeto por el Estado de Derecho, y su desapego por la ciencia y la técnica, estamos frente a la situación más delicada en cuanto a definiciones ciudadanas se refiere. Por ello la receta tiene que ser una que involucre participación permanente y absoluta en las grandes opciones que se vienen encima para el país. Ahora mismo es menester exigir de los miembros del Senado una actitud ejemplar en que no permitan militarizar por muchos años más las tareas de seguridad pública, lo que significa en los hechos una fechoría enorme puesto que se renuncia a la tarea de fortalecer las instituciones civiles a nivel municipal, estatal y federal, a cambio de dar cada vez más tareas a las fuerzas armadas. La regresión es enorme porque lo que se hace es condenar al país a seguir difiriendo los cambios que todos sabemos son necesarios para regresar a la senda de tener instituciones civiles fuertes. El dinosaurio guinda ha despertado con todos sus ingredientes más nocivos. No tienen empacho en utilizar a sus sirvientes para atacar a las personas que osen contradecirlos. La FGR, la UIF, el SAT, la CRE, la CNDH, la CNA, y otros organismos se han desviado de sus prioridades institucionales para ser los morteros de intimidación y manipulación. Han doblado a gobernadores, legisladores, funcionarios y líderes opositores. Ahora lo quieren hacer para impulsar la militarización permanente. Por ello nos toca actuar y no dejar solos a quienes deben estar en el frente de defensa de las instituciones. Apoyemos visiblemente a quienes deben alzar la cara al embate desde Palacio Nacional y el gobierno federal.
Es así que hay que dar un apoyo sólido a quienes, por ejemplo, en el Senado sí han ofrecido congruencia, perseverancia y transparencia. Lo peor que podría ocurrir es que doblemos las manos porque por omisión, silencio o desinterés, nuevamente el gobernante en turno quiera ensombrecer la posibilidad de tener un país de derechos, libertades y desarrollo. Ahora quieren solamente empantanar todo y hacer que perdamos en lo general para que ellos queden con las riendas de un país pauperizado y dependiente de programas asistenciales. Por ello insistimos que lo que se atesora en la vida es lo que cuesta trabajo. Ahora tenemos como país y sociedad la gran posibilidad de que ante la enorme crisis que se ha generado en casi todo (inseguridad, impunidad, injusticia, inequidad e inmovilidad) se sienten las bases de un futuro impulsado por una ciudadanía comprometida con las mejores causas a nivel nacional, priorizando a los más desprotegidos y a los que menos oportunidades han tenido. El camino no es ni será sencillo. Pero con una convicción de hacer las cosas bien se sortearán todos los obstáculos. Una unidad plena, un plan de gobierno, una candidatura única, y un sistema de inclusión ciudadana, serán parte de los ingredientes del nuevo país que deberá fijar las bases de convivencia por los años y décadas por venir. No debemos sorprendernos de que la ruta sea compleja, sino más bien reconocer que todo es por un bien superior, mismo que nos debe sumar a pesar de las invaribales críticas desde el poder. Va por nuestra gran nación y el destino de las nuevas generaciones que demandan un país justo y próspero. No podemos fallarles. La responsabilidad es compartida e inmediata. ____________________ Notas del editor: Juan Francisco Torres Landa es miembro del Consejo Directivo de UNE México.
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