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Dicen que Trump volvió a ganar gracias al apoyo de los latinos… ¡Eso sí es una sorpresa! Es como si el chef de un restaurante mexicano pidiera “menos picante” en su salsa. Pero aquí estamos, y aunque muchos se preocupan, ya sabemos que Trump habla mucho pero cumple poco. Así que, tranquilos, que el peso sigue tan fuerte como el chile habanero, ¡y no hay “muro” que lo detenga!

En las recientes elecciones de Estados Unidos, el país norteamericano fue testigo de un giro inesperado y contundente: Donald Trump regresó al poder al vencer a la vicepresidenta Kamala Harris en una elección que, en los últimos momentos, parecía estar en su contra. El regreso del magnate a la Casa Blanca no solo significa el resurgimiento de sus políticas y su estilo provocador, sino también un fuerte respaldo del electorado latino, quienes, en una movida que sorprendió a muchos, le otorgaron la victoria. En lugar de preocuparse por los posibles riesgos de este cambio, es momento de analizar lo que este escenario puede significar y recordar lo que hemos aprendido de los años previos con Trump al mando. Durante su primer periodo como presidente, la relación entre México y Estados Unidos, a pesar de los altibajos y los momentos de tensión, demostró ser más funcional de lo esperado. Trump se hizo notar por su retórica fuerte en contra de la migración, el comercio y la frontera sur, prometiendo imponer duras políticas hacia México. Sin embargo, muchas de sus amenazas se quedaron solo en palabras, demostrando que, si bien Trump tiene una gran habilidad para hablar y causar revuelo, la realidad no siempre se ajusta a sus advertencias. De hecho, los dos países lograron establecer una colaboración práctica y hasta productiva, particularmente en temas económicos y de seguridad. Una de las sorpresas que marcó su presidencia fue la estabilidad del peso mexicano, que se mantuvo fuerte y resiliente, desafiando pronósticos pesimistas que anticipaban una debacle económica. En lugar de eso, México logró consolidarse como un socio económico clave, manteniendo un flujo estable de inversión y consolidando su posición en el comercio mundial, mientras el peso se fortalecía. Este fenómeno puede atribuirse a varios factores, entre ellos, la solidez de la economía mexicana y el flujo comercial que sigue conectando a ambos países. Contra todo pronóstico, el peso no solo no se debilitó, sino que continuó siendo una moneda fuerte, posicionándose incluso mejor que otras divisas de países en desarrollo. Ahora, con el regreso de Trump, los ojos vuelven a posarse en los latinos, una comunidad que ya no es solo un bloque de votantes, sino un grupo que influye de manera decisiva en los resultados electorales de Estados Unidos. Este año, los latinos, especialmente en estados como Texas y Florida, desempeñaron un papel crucial en la victoria de Trump, respaldándolo en temas que van desde la economía hasta la seguridad. Esto demuestra un cambio significativo en la percepción de muchos latinos sobre el papel que juega Trump y el Partido Republicano en su vida diaria. Para muchos, su mensaje de seguridad y su enfoque en la economía resonaron más que los discursos progresistas de los demócratas, quienes, a pesar de sus promesas, no lograron capitalizar el apoyo de esta población creciente y diversa. La “paliza” que Trump y el Partido Republicano propinaron a los demócratas en estas elecciones no fue solo una victoria individual, sino una demostración del fracaso de los demócratas para conectar con temas que preocupan a los votantes, especialmente a los latinos. Los republicanos se presentaron como la opción que promete prosperidad y seguridad en una era de incertidumbre, mientras los demócratas parecieron distantes y centrados en temas menos prioritarios para muchos.

Para México, la experiencia previa con Trump debería ser una especie de “vacuna” contra el pánico. La historia ya ha demostrado que sus amenazas suelen ser más ruido que acción y que, pese a la aparente adversidad, los dos países pueden encontrar puntos de entendimiento y colaboración. Desde luego, habrá momentos tensos y la incertidumbre estará ahí, pero es clave recordar que, en el fondo, la relación entre México y Estados Unidos es mucho más profunda y resistente que las políticas o las palabras de cualquier presidente. Si algo hemos aprendido es que ni la economía ni la moneda mexicana colapsaron la primera vez y, con el peso manteniendo su fuerza, no hay razón para esperar que sea diferente ahora. Así que, como dice el título de esta columna, ¡que nadie caiga en pánico! La experiencia ya nos ha enseñado que podemos salir adelante, incluso bajo las administraciones más inesperadas. ____ Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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