El reencuentro de Marcelo y el Fluminense ha acabado de la peor forma posible. Y no por culpa del Tricolor carioca, el club donde se formó el exmadridista, que le puso una alfombra roja cuando regresó en 2023. Tanto la ‘torcida’ como la propia entidad cuidaron la imagen del lateral, a pesar de que a sus 36 años su rendimiento distaba mucho de lo mínimo exigido a un futbolista de su trayectoria.
Todo, sin embargo, tiene un límite. Y, el viernes, se deflagró una crisis que ha terminado con el despido de Marcelo y que ha expuesto el clima irrespirable que había en su entorno propiciado por sus “increíble” y “asombroso” comportamiento.
La relación de Marcelo con Mano Menezes era muy tensa. El conflicto venía de muy lejos, desde la etapa del técnico gaucho como seleccionador brasileño, entre 2010 y 2012.
Fue en aquella época que Marcelo pidió no ser convocado para unos compromisos de la Seleçao, argumentando que tenía problemas físicos. Hasta aquí todo normal. Sin embargo, el jugador se equivocó a la hora de enviar un correo electrónico que era para alguien del Real Madrid… y éste acabó en la bandeja de entrada de Mano Menezes. En el email en cuestión quedaba claro que todo era una excusa para quedarse en la capital española. No tenía molestías ni nada que se le pareciera.
El viernes, en Maracaná, el Fluminense se la jugaba en un partido ante el Gremio, entre dos históricos que, en este 2024, luchan para huir del descenso. Ganaba el Tricolor 2-1 y Mano Menezes llamó a Marcelo, pretendía que utilizara sus indiscutibles dotes técnicos para dormir el partido. Y aquí se montó el lío. El jugador le dijo que no lo tocara, porque lo hacía de cara a la galería, para agradar al público.
El técnico se cabreó y lo mandó de nuevo al banquillo. El partido finalizó 2-2 con un penalti muy dudoso transformado por el Gremio en el minuto 99.
Mano Menezes informó al club de lo sucedido. Y el Flu cerró filas con el entrenador: desde el presidente, a la dirección deportiva… y, aquí llega lo más sorprendente, incluyendo la gran mayoría de la plantilla. Resulta que todos estaban hartos de Marcelo.
Ahora dicen que hacía irrespirable el día a día. Que jugaba a la carta y que sus “molestias físicas” no eran acompañadas de indicaciones médicas que las confirmaran. Siempre rondaba una sombra de desconfianza en una temporada durísima donde el vigente campeón de la Libertadores se ha desintegrado y vive para mantenerse a flote en la Serie A.
Es más, le achacan que Marcelo dijera a los más jóvenes que no tenían que cuidar la preparación física, que su éxito dependía solo del talento. Fuentes anónimas del Flu le acusan de ser una mala influencia. Nadie lo soportaba, y esto incluye los trabajadores de la ciudad deportiva del Tricolor.
Marcelo vivía peleado con el mundo con su soberbia, como si no estuviera a gusto en su Río de Janeiro natal, y en el club donde empezó todo. Era suplente, vivía lesionado y no aportaba nada cuando salía a jugar en cuentagotas.
Su salida no solo no ha desgastado a Mano Menezes, que es un técnico de muchísima personalidad, sino que el grupo se ha dedicado a filtrar su felicidad. Todos se sienten aliviados, porque la realidad es que quien tuvo contacto profesional con él no lo aguantaban más.
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Su despido, camuflado en una rescisión de mutuo acuerdo, ha sido interpretado como una gran noticia para todo el Fluminense. Solo la ‘torcida’ ve, perpleja, y con asombro lo ocurrido.