El próximo martes 5 de noviembre, Estados Unidos elegirá a su presidente para los próximos cuatro años, así como a los 435 miembros de la Cámara de Representantes y a 34 senadores.
Es importante recordar que el presidente se elige a través de un Colegio Electoral, que asigna electores a cada estado en función de su representación en el Congreso (un total de 538 electores: 435 representantes, 100 senadores y 3 electores de Washington, D.C.).
La mayoría de los estados otorgan todos sus electores al candidato que gane la mayoría relativa en su territorio, a excepción de Maine y Nebraska. Para ganar la presidencia, un candidato necesita 270 votos electorales. En caso de que ningún candidato logre esa mayoría, la Cámara de Representantes elige al presidente, agrupando a los representantes por estado.
Este método de elección ha generado controversia, ya que permite que el ganador no sea necesariamente el candidato con la mayor cantidad de votos populares.
De hecho, en cinco ocasiones (1824, 1876, 1888, 2000 y 2016) se ha dado la victoria a candidatos que no obtuvieron la mayoría del voto popular, bien sea por ganar la mayoría en el Colegio Electoral o por haber sido seleccionados por la Cámara de Representantes. Las encuestas más recientes sugieren que las elecciones de 2024 podrían presentar un resultado similar a estos casos, debido a que se observaría una contienda ajustada en varios estados clave.
En cuanto a las plataformas políticas de los principales partidos, pueden resumirse a grandes rasgos en que los republicanos proponen políticas de control migratorio, reducción de impuestos, autosuficiencia energética y limitación de contenido educativo controvertido.
Por su parte, los demócratas priorizan medidas para impulsar el crecimiento económico, abordar la crisis climática, reducir costos para las familias y establecer controles sobre la portación de armas.
Aunque las encuestas indican una competencia muy reñida en la que cualquiera de los candidatos podría resultar electo, existe una ligera probabilidad a favor de Donald Trump. En cuanto al Congreso, se prevé una competencia similarmente cerrada, aunque es posible que los republicanos logren una mayoría en la Cámara de Representantes y, potencialmente, en el Senado.
Al analizar las propuestas fiscales y comerciales de ambos candidatos, los dos parecen propensos a mantener el déficit fiscal del gobierno federal.
Donald Trump busca aumentar aranceles, mientras que Kamala Harris propone elevar los impuestos a las ganancias de capital realizadas y aplicar impuestos a las no realizadas.
Adicionalmente, Trump pretende mantener o reducir el impuesto corporativo, mientras que Harris tiene intención de aumentarlo.
Actualmente, el escenario menos favorable para México sería una victoria de Donald Trump, dadas sus políticas comerciales y su postura crítica hacia el T-MEC, las cuales podrían afectar la integración económica de América del Norte.
Existe el riesgo de que los sectores exportadores de la economía mexicana se vean perjudicados por una reducción de las exportaciones hacia Estados Unidos, como resultado de posibles aumentos arancelarios, y por una disminución de la inversión originada por las tendencias de relocalización (nearshoring).
Asimismo, las políticas propuestas en materia de deportaciones y control fronterizo podrían impactar el envío de remesas. Estas políticas tendrían importantes implicaciones sociales y laborales, aunque el grado en que podrían materializarse sigue siendo incierto.
Finalmente, la incertidumbre sobre las posibles consecuencias económicas y geopolíticas de una nueva presidencia de Donald Trump, junto con factores internos en México, ha mantenido presionado el tipo de cambio.
Consideramos que, aunque los mercados financieros (de deuda y de acciones) ya han incorporado parcialmente en sus expectativas un posible triunfo de Trump, es probable que el tipo de cambio experimente una notable volatilidad si este escenario se concreta.
Así, para el cierre de este año, en un escenario optimista, se relajarían las presiones sobre el peso mexicano, por lo que el tipo de cambio podría ubicarse en niveles inferiores a los 19 pesos por dólar. En un escenario pesimista, podría observarse una notable depreciación del peso, y el tipo de cambio podría rebasaría las 22 unidades por dólar; mientras que nuestro escenario base implicaría una depreciación que llevaría el tipo de cambio a aproximadamente 20.50 pesos por dólar.
No obstante, factores como las remesas y los diferenciales de tasas podrían brindar soporte al peso mexicano a medio plazo; mientras que los desempeños operativos y financieros de las emisoras mexicanas respaldarán los precios de sus títulos.
Aunque los mercados financieros (de deuda y de acciones) ya han incorporado parcialmente en sus expectativas un posible triunfo de Trump, es probable que el tipo de cambio experimente una notable volatilidad si este escenario se concreta.