Se hizo famosa esta frase cuando ante el allanamiento de las instalaciones del Chiquihuite a fines de 2002 se pidió la intervención del entonces presidente Vicente Fox y él se lavó las manos negando involucrarse en forma alguna (instalaciones que, por cierto, siguen tomadas en otro de esos capítulos de injusticia e impunidad perenne en el país). Ahora la pregunta referida aplica a todos nosotros en cuanto a lo que nos toca hacer frente a los grandes problemas del país.
Y es que por muchos años, como ciudadanos optamos por pensar que era suficiente para ser tales y cumplir con nuestras obligaciones cívicas el acudir cada 3 y 6 años a votar. Sin duda el ejercicio del deber y derecho de sufragar es importante como tarea esencial de una normalidad democrática, pero no es suficiente ante los retos que supone la conducción de una nación tan compleja e importante como es México. Y por cierto, aún en esto de la afluencia al voto, hay un déficit importante que se conoce como abstencionismo y que tanto daño hace. Los notorios abusos que se cometieron por muchas décadas, más acentuados en algunos gobiernos (siendo particularmente grave la dupla Videgaray-Peña Nieto), abrieron la puerta para un populismo estéril como el que encarna el actual gobierno federal. No hay un solo indicador que avale que el gobierno en turno sea bueno, ni uno solo. Y por el contrario, hay miles de rubros que apuntan a una tragedia cada vez mayor a merced de la pérdida de libertades, derechos, instituciones, tranquilidad, paz, y aún esperanza. Una regresión muy triste desde donde se le vea. Y por ello hay que preguntarnos con toda seriedad por qué debemos actuar. Porque la absurda expectativa de que caudillos podrían enarbolar las grandes causas y transformaciones para mejorar el nivel de vida en general de la población es solamente reflejo de una inmadurez democrática y una simplista forma en que la ciudadanía renuncia a su deber de actuar y exigir resultados en forma permanente. Porque como un gran edificio que tiene varios niveles de progreso, en un país no es posible llegar a mejores condiciones de convivencia sin que haya de por medio cimientos fuertes, construcciones sólidas, y avances progresivos y permanentes. Porque las edificaciones con base en puros discursos y ningún “cemento y acero real” fracasan y se caen, destruyendo además lo que a su paso se encuentre. Porque nos toca hacer una profunda reflexión de lo que implica la militarización de la seguridad púbica, la destrucción del seguro popular, el dispendio en obras improductivas, el abatimiento de activos ambientales, la dilución de instituciones, la pérdida de confianza, el ataque a la inversión productiva, y tantas otras cosas que muestran un país que se cae a pedazos. Porque durante años nos conformamos con pensar que mientras no nos afectaran en lo esencial podíamos tolerar abusos y no quejarnos demasiado. Porque era normal pensar en que los políticos robaran (aunque fuera “poquito”), que no requeríamos hablar o quejarnos, que conocer a nuestros diputados y senadores era innecesario, que revisar la productividad de los programas gubernamentales era ocioso, que analizar los datos duros era tiempo perdido, y que en general no ver hacia los vulnerables era parte de un país injusto y cargado de inequidad, pero que era normal e incambiable. Porque la realidad es que todo eso ha cambiado, y en forma permanente. Ahora en la ciudadanía tenemos que hacer todo eso para lo cual fuimos perozosos, apáticos, desinteresados y tibios. No es viable tolerar abusos, colusión con delincuencia organizada, y burlas mediáticas.
Porque involucrarnos en la cosa pública debe ser no solamente una tarea permanente, sino una que nos haga realmente responsables y partícipes del destino de nuestras comunidades, municipios, estados, y el país entero. Ni más ni menos. El destino en nuestras manos. Porque si queremos que los gobernantes actúen bien y sean honestos y eficaces solamente será posible con una ciudadanía activa y exigente que demande más y mejores resultados. Porque siempre se puede estar peor. La mejor muestra es lo que hoy vivimos en México. Un gobierno sin resultados, con alta eficacia destructiva, una vocación por eliminar derechos e instituciones, y una tendencia clara por el autoritarismo y la demagogia. Porque estos factores, y el temor de aún peores condiciones en los tiempos por venir, han generado un despertar ciudadano para no permitir jamás que la omisión del electorado sea condición para mayores abusos. Porque nos toca a todos los habitantes, sin distinción, fijar las reglas de unidad nacional, candidatura única en 2024, gobierno de coalición, y un programa nacional de reconstrucción, para fijar nuevo rumbo en lo sucesivo. Un cambio de fondo para que de aquí en adelante nunca más omisiones o tolerancias al bajo desempeño o deterioro del país. Porque en nuestras manos está avanzar y sabernos responsables personalmente de todo lo que viene. No hay marcha atrás. Así entonces ante la pregunta de ¿y yo porqué? ya sabemos sin duda que es nuestra oportunidad para reformar el país en uno que sí puede y debe abatir los problemas de fondo que nos afectan a todos. Apatía y desinterés nunca más, porque vamos a transformar al país desde abajo, con todos, y para siempre. Sí se puede con convicción, interés, empatía, y una motivación de hacer lo mejor para resolver las grandes inequidades en el país, pero en serio y no solamente en un discurso vano y falso. Lograr abatir pobreza, inequidad, impunidad y corrupción como condiciones indispensables y no negociables. Está entonces claro el porqué debemos actuar. El que no lo haga que no se queje, pero ante la emergencia nacional que vivimos no es lógico ni viable estar al margen de las grandes decisiones. Pronto vendrán los anuncios de las grandes actividades que nos tocará realizar como población para fijar rumbo y ser parte del rescate del país. Atentos para participar y motivar que todos a nuestro alrededor lo hagan. Unidos fijaremos el rumbo nuevo y definitivo de rescate del país. ____________________ Notas del editor: Juan Francisco Torres Landa es miembro del Consejo Directivo de UNE México.
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