Estamos a unos días de que termine el 2024, y las intervenciones en la estrategia de seguridad más allá de detenciones, decomisos puntuales e informes en las mañaneras, requerirán de una operación drástica que contemple un enfoque múltiple y simultáneo si realmente se busca reorientar las lógicas delictivas, recuperar espacios controlados por el crimen, y restablecer el orden y la paz a la ciudadanía. Los últimos meses han sido verdaderamente complicados en algunas zonas del país. Sinaloa, ha cumplido más de un trimestre entre balaceras, pérdidas económicas, robos, ataques directos a las instituciones de seguridad y desesperación de la ciudadanía.
Qué decir de Chiapas, donde esta misma semana, fueron detenidos 92 policías en Comitán, supuestamente por impedir un operativo contra el narcotráfico en la zona y, por otra parte, en Cotija –localidad que colinda con Tingüindín, Tocumbo y Jalisco–, se presentó un ataque con drones explosivos a la patrulla militar, dejando como saldo, dos militares muertos y 13 personas heridas. Estos eventos son la clara muestra de la complejidad, que históricamente se ha ignorado por años. Los altos niveles de impunidad, corrupción y la falta de visión o voluntad, para fortalecer los municipios, hoy se vuelve el dolor de cabeza del gobierno federal, de algunos gobernadores y presidentes municipales. Así, el tiempo se acaba.
La presión por parte de Estados Unidos es clara: detener el tráfico de fentanilo y la migración, esto es lo que habrá que probar a los vecinos del norte, pero, de nuestro lado, la cosa es más compleja, recuperar territorios, desarmar lógicas delictivas, debilitar su capacidad de fuerza, fortalecer las estructuras de seguridad local y devolverles a los ciudadanos su tranquilidad a cualquier costo.
El tiempo corre, y la llegada del embajador Ronald Johnson dentro de los primeros cuatro meses del año 2025, es una muestra clara de lo que México tendrá que concertar en la agenda bilateral en materia de seguridad, donde no parece que vaya a haber mucha tolerancia con la contraparte americana si se acata la agenda americana, lo cuál sería para Estados Unidos buenas noticias, pero en nuestro caso, la historia corre por otra vía, la pacificación del territorio y el verdadero compromiso de gestionar y debilitar las lógicas criminales como se debe, depende de los encargados de la seguridad del lado mexicano, nadie nos viene a hacer la tarea, y eso hay que tenerlo muy claro.
Por ahora, habrá que medir los resultados de las coordinaciones de seguridad, y ser críticos en los objetivos logrados, para corregir e implementar lo que se deba y pueda hacer, más allá de comunicaciones y felicitaciones, sino hasta que la tranquilidad vuelva a los ciudadanos.
El año que entra, tendrá retos muy importante, por ahora, entre los meses de enero y marzo llegarán a México 11 militares estadounidenses, que se alojarán en las instalaciones especializadas del Estado de México y Chihuahua. ¿El objetivo? Brindar preparación a las Fuerzas Armadas mexicanas, enfocada en la competitividad cooperativa y fortalecimiento de capacidades tácticas, para cumplir con su misión de “salvar la seguridad y la soberanía nacional”, según lo externó la presidenta de la Comisión de Defensa Nacional. Hasta el momento, habrá que decir que toda capacitación siempre es bien recibida, ¿no lo cree…?
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